Composición poética breve que expresa
un solo pensamiento principal festivo o satírico de forma ingeniosa.
El epigrama se creó en la Grecia clásica y, como su
nombre indica en griego, era una inscripción que se ponía sobre un objeto, que
podía ser un exvoto, un regalo, una estatua o una tumba; los epigramas sobre
las tumbas formaron clase aparte y se denominaron epitafios o epicedios, por
lo que el vocablo pasó a designar el poema ingenioso que poseía la calidad de
ser breve para poder pasar por rótulo o inscripción. La mayoría de los
epigramas griegos puede encontrarse en la llamada Antología Palatina.
Tras los griegos, destacaron en la composición de epigramas los romanos,
singularmente Catulo y Cayo Valerio Marcial.
En la literatura barroca española el
epigrama fue muy utilizado al ser una forma apropiada para la exhibición
cortesana del ingenio. El escritor conceptista barroco Baltasar
Gracián, en su obra Agudeza y arte de ingenio (1648), realiza un estudio y antología de
epigramas escritos en castellano y latín. Durante el siglo XVIII el género no
decayó, como hubiera podido esperarse a causa de su propensión al estilo
hinchado, sino que tomó una intención menos cortesana y más educativa y moral.
Posteriormente, algunas formas literarias, como el artículo breve de prensa,
las greguerías de Ramón
Gómez de la Serna o los membretes de Oliverio Girondo se
aproximan al género epigramático, así como las inscripciones anónimas populares
en muros o retretes denominadas grafitos o pintadas, que desde las ruinas de
Pompeya hasta la actualidad resultan una fuente inestimable sobre la opinión
popular de una época. Algunas de estas inscripciones son recogidas por Pío Baroja en su obra Vitrina
pintoresca o Camilo
José Cela en su San Camilo 1936. A veces, en la lírica del siglo XX puede adoptar un
tono elegiaco (Jaime Gil de Biedma)
En otras naciones el epigrama fue
cultivado con extraordinario acierto. En Inglaterra, sobresalen John Donne, Jonathan Swift, Alexander Pope (creador en
el siglo XVIII de una forma de pareado epigramático) y Óscar Wilde. En Francia
destacan especialmente Voltaire
y Nicolás
Boileau. En Alemania, G.
E. Lessing. El epigrama también se encuentra en literaturas no
occidentales, como la china y japonesa; en esta última puede decirse que el
epigrama se encuentra emparentado con la forma poética conocida como haikú. Puede aplicarse el
término a cualquier aforismo
o dicho más o menos
sentencioso, e incluso hasta a cierto tipo de narración hiperbreve.
Ejemplos de epigrama:
El señor don Juan
de Robres,
con caridad sin
igual,
hizo hacer este
hospital...
A la abeja
semejante,
para que cause
placer,
el epigrama ha de
ser
DE VITA BEATA
En un viejo país
ineficiente,
algo así como
España entre dos guerras
civiles, en un
pueblo junto al mar,
poseer una casa y
poca hacienda
y memoria
ninguna. No leer,
no sufrir, no
escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un
noble arruinado
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