lunes, 25 de noviembre de 2013

AZRAEL

         Algarabía. Especial de la muerte. Número 110- noviembre 2013. P. 103.

lunes, 21 de octubre de 2013

TOCAYO II





 Tocayo. En muy pocas lenguas del mundo existe una palabra que designe a una persona del mismo nombre con respecto a otra. Esta palabra la tenemos los mexicanos, y es tan buena, simpática y útil, que nos la han pedido prestada los argentinos, chilenos, colombianos y hasta españoles.

Como dice Joan Corominas en su Diccionario etimológico de la lengua castellana: «Actualmente tocayo- a son palabras bien conocidas por lo menos en España y en varios países americanos. Del castellano ha pasado al portugués con el mismo sentido». En casi todos los países de habla hispana la utilizan para referirse a otra persona que tiene el mismo nombre o para apelar a ella: «Tu esposo es mi tocayo» o «¿Cómo has estado, tocayo?». Pero es en México, quizás, en donde tiene mayor uso y arraigo y más cantidad de acepciones.

Su origen etimológico está en el náhuatl. En Herencia cultural del mundo náhuatl, Birgitta Leander escribe, en el apartado correspondiente a tocayo, que viene de la palabra náhuatl tocaitl, «que significa nombre, honra o fama. Por su parte, la terminación -yo expresa idea abstracta». En el Diccionario de aztequismos de Luis Cabrera, la entrada correspondiente a tocayo versa así: «Se dice de una persona con respecto a otra que lleva el mismo nombre. La etimología es indiscutiblemente de origen azteca».

Nacido allá en Tamaulipas, 100%, mexicano
. Humilde pero valiente; de un corazón muy humano. Patrón le llama su gente, 
y sus compas, el Tocayo.
«El Tocayo» Los tucanes de Tijuana.

En su diccionario, Alonso de Molina dice que «la raíz cáitl es la que corresponde a la acepción de nombre, pero la parte esencial es el pronombreto, ‘nuestro’; tocáitl, ‘nuestro nombre’, como Tonantzin es ‘nuestra madrecita’, la Virgen». Mientras que Rémi Siméon, en su Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, da la acepción de nombre, renombre, honor, reputación, para tocaitl. Conjugando no- toca como mi nombre, y te-toca como el nombre o la firma de alguien.

Resumiendo, toca es nombre en náhuatl, y se ha trasladado al español no con la misma acepción, sino con otra más divertida: el mismo nombre. Los españoles —la Real Academia y sus secuaces— se han negado a aceptar este origen, quizá porque tienen envidia de una palabra tan original y le han querido dar una ascendencia latina como vocativo: «¡Tu cayo!», que carece de todo fundamento etimológico, lingüístico, histórico y lógico. El concepto de tocayo es muy usado en México; basta oír expresiones como: «¿Qué pasó, tocayito?» o «Ése mi tocayazo»; o atender a la costumbre de decirles tocayo no sólo a las personas sino a las cosas, como mi prima Victoria, que le dice tocaya a la cerveza. O bien, a lo que respondía un primo mío cuando le preguntaban por qué le había puesto el mismo nombre a su hijo: «Mira, como un hombre nunca sabe si realmente es su hijo, y lo voy a querer y a mantener como si lo fuera, ya si no es mi hijo, de perdida que sea mi tocayo».

Conoce más sobre curiosidades en El manual para conversar I de Algarabía Libros.

Por La Redacción | marzo 4, 2013
http://algarabia.com/curiosidades/que-significa-tocayo/

TOCAYO


ANA


JOSÉ


lunes, 14 de octubre de 2013

LA MAGIA DEL NOMBRE


Desde tiempos inmemoriales, muchos pueblos observan, a la hora de escoger un nombre para sus descendientes, diversas reglas mágicas o religiosas. Estas prácticas rituales tienen la finalidad de garantizar al recién nacido la protección de las fuerzas sobrenaturales durante su vida.

Ni siquiera algo tan necesario como la imposición del nombre a las personas está exento de toda suerte de creencias. En Groenlandia el nombre es considerado como una especie de alma y existe la convicción de un parentesco próximo entre las personas que se llaman de igual modo. En el África ecuatorial se observa con cuidado el primer grito del recién nacido, al igual que se hacía en la antigua China, a fin de reconocer al antepasado o a la alimaña que se manifiesta a través de su voz.

Determinado este parentesco, el niño recibe un nombre secreto hasta su edad de iniciación. Al alcanzarla pubertad, el joven toma un nuevo nombre, que está en sintonía mágica con su cambio de fonación.

Cuando nace un tibetano, sus padres llaman a consulta a un lama para que haga su horóscopo y escoja el nombre adecuado, según la conjunción astrológica que había en el momento de su venida al mundo. Si más adelante el niño pasa alguna enfermedad grave y se salva, se le cambia el nombre, por considerar maléfico el anterior. De forma parecida, en algunas tribus de la costa del golfo de Bengala los indígenas que superan una gran dolencia suelen tomar otro nombre, para confundir a los malos espíritus que, según ellos, traen las enfermedades.

Otras veces la elección del nombre se deja en manos celestiales por medio de una ordalía o «juicio de Dios». En la costa oriental de la península de Malaca tienen la costumbre de escribir diversos nombres en plátanos, e interpretan que el que figura en la primera pieza que toque el bebé será el que mejor le proteja.


PARA PLATÓN EL NOMBRE DETERMINABA EL DESTINO

Un pensador de la categoría de Platón no dudó en afirmar que no podía dejarse al azar el hecho de escoger un nombre, en la idea de que tal decisión marcaría las venturas y desventuras de quien lo llevase. Con frecuencia, los pueblos de la antigüedad recurrían a nombres en los que entraba en su composición la palabra «Dios», con el fin de que, desde los cielos, las fuerzas sobrenaturales protegiesen al nuevo vástago. Otras veces, ponían por nombre al recién nacido vocablos que evocaban las cualidades físicas, o el destino en la vida que querían reservar para su descendiente. Cuando los padres no se atenían a estas reglas mágico-religiosas, cualquier percance que sufriese el hijo se atribuía a la desafortunada elección del nombre. Por ejemplo, los poetas trágicos griegos, atribuyeron al significado de Penteo, «duelo», la advertencia de su fin desgraciado. En el nombre de Polinice, «grandes disputas o querellas», creyeron ver el agüero de las disensiones continuas que hubo entre los dos hijos del rey Edipo. Yen el de Ayax, «ay de mí», una alusión a las desgracias de las que fuera víctima este héroe.

Para entender el origen de esta creencia, hay que recordar que, según los textos bíblicos, Dios se reservó el privilegio de dar nombres a todos los seres vivos, incluidos Adán y Eva. Por cierto, que en las elucubraciones sobre el idioma utilizado en estas primeras nominaciones, el padre Larramendi, erudito vasco, asegura que, en tan solemne ocasión, el Supremo Hacedor se pronunció en eusquera.

A partir del Génesis, la imposición del nombre gozó de claras connotaciones religiosas, como pone de manifiesto el hecho de que, durante muchos siglos, los recién nacidos no recibían denominación alguna hasta tanto no se produjesen ciertos ritos propiciatorios: circuncisión, lustración, purificación o bautismo.

La costumbre cristiana, observada durante siglos, de poner al recién nacido el llamado «nombre de pila», correspondiente a un santo, con frecuencia el del día, añade a la intervención divina en la fecha de nacimiento la protección que por parte de su abogado celestial tendrá de por vida. En ciertos casos, el tránsito hacia otro estado religioso llevaba consigo la imposición de un nuevo nombre, como ha venido ocurriendo tras tomar los hábitos monacales o resultar exaltado hacia el pontificado, esto último desde el año 1009.

Gregorio el Grande, a finales del siglo VI, trasformó en precepto lo que hasta entonces había sido una recomendación de la Iglesia, imponiendo en exclusiva los nombres del santoral. Aún así, esta disposición no fue del todo obedecida en el mundo cristiano hasta después del siglo X. Todavía hoy, existen algunos países de confesión católica en los que no se permite a los padres poner a sus hijos nombres que no se correspondan con los de algún santo. Aunque, en la mayoría de los países occidentales la libertad incluye la elección de nombres «blasfemos».


TABÚES NOMINALES

Hay ciertos nombres que no son usuales, debido a que constituyen un tabú. Dios, por la prohibición hebrea de mentar su nombre <en vano», Jesucristo, por respeto hacia su persona, y Caín por ser el primer fratricida de la historia.


«TÚ ERES PIEDRA»

Ninguno de los Papas ha elegido llamarse Pedro, por considerarse indignos de llevar el nombre del apóstol. Sin embargo, en varios pueblos andaluces se cree de mal agüero llamarse Pedro, por haber negado éste a Cristo.






TEÓFOROS

En nuestro entorno hay muchos nombres teóforos; es decir, relacionados con los dioses. He aquí algunos: Baltasar, «Que el dios Bel proteja al rey»; Elisa, «Dios ha ayudado»; Ezequiel, Gabriel e Israel, «Fuerza de Dios»; Isidoro, «Adorador de Isis»; Ismael, «Dios escucha»; Jesús, «Dios salva»; José, «Que Dios aumente la familia»; Juan, «Compasión de Dios»; Manuel, «Dios con nosotros»; María, «Amada de Dios»; Martín, «Guerrero de Marte»; y Miguel, «¿Quién como Dios?».


TRANSMIGRACIÓN GENEALÓGICA

En la historia antigua era muy usual que al primer nieto se le impusiese el nombre de su abuelo. Esta costumbre estuvo muy arraigada en el centro de España en la Edad Media, y la casa de Haro la tomó como norma genealógica. Tal práctica está relacionada con la transmigración de las almas y la creencia en que el abuelo se reencarnaría en el nieto mediante esta estratagema.

PREDESTINACIÓN

Con frecuencia, los padres imponían nombres a sus hijos en sintonía con el futuro vital que deseaban para ellos: Adolfo, «guerrero noble»; Alejandro, «que rechaza al adversario>); Alfonso y Gonzalo, «guerrero preparado para la lucha»; Alfredo, «pacificador noble»; Alicia, «sincera»; Álvaro, «muy sabio»; Camilo, «ministro»; Diego, «instruido»; Felipe, «amigo de los caballos»; Félix, «feliz»; Fernando, «inteligente y osado»; Fidel, «fiel»; Gerardo, «fuerte con la lanza»; y Guillermo, «protector decidido»; entre otros.

LOS PEPES

Se cree que el apelativo de Pepe tiene su origen en la costumbre de sustituir el nombre de san José, en los antiguos escritos, por «Padre Putativo», para indicar que era tenido como tal de Jesús. Y cuando esta expresión se resumió en las iniciales «PP.», los que llevaban este nombre empezaron a ser llamados así.


Por Ramos Perera. Pp.76-77 Año/Cero

RETRATOS DE FAMILIA


RETRATOS



sábado, 5 de octubre de 2013

FAMILY SEARCH


  • Organización sin ánimo de lucro fundada originalmente como la Sociedad Genealógica de Utah, el 21 de noviembre 1894. Es actualmente la organización genealógica más grande del mundo, con registros genealógicos de más de 110 países, que ha estado reuniendo, preservando y compartiendo gratuitamente por más de 100 años.
  • Comenzó su programa de microfilmación en 1938 y tiene más de 2 millones y medio de rollos de más de 110 países, el equivalente a unos siete millones de volúmenes de 300 páginas cada uno, que se pueden consultar en cualquiera de los más de cuatro mil centros FamilySearch alrededor del mundo. A estos se agregan unos 5.000 rollos o discos de imágenes digitales mensualmente en más de 200 proyectos actuales.
  • Los índices de estas colecciones de imágenes se publican gratuitamente para todo el mundo después de completar un proceso de indexación con la ayuda de decenas de miles de voluntarios en todo el mundo que ayudan desde sus propias casas. Cualquier persona puede participar ingresando a http://indexing.familysearch.org.

sábado, 21 de septiembre de 2013

DE MOTES Y APELLIDOS






—Primera parte—
Por Jorge E Camacho ilustrado por Guillermo Préstegui
Nuestros nombres son tanto una declaración de individualidad como de pertenencia: por un Lado, hablan de quiénes somos en Lo particular, y por otro, del  grupo humano del que formamos parte. Uno de Los componentes del nombre, el apellido, habla de La familia de La que venimos, e incluso de nuestro grupo étnico o nacionalidad. Decir: «Yo soy» o «Yo me [[amo», es dejar en claro quiénes somos como individuos, al mismo tiempo que es una constancia de membresía para pertenecer  ese colectivo imaginario al que llamamos humanidad.
Es imposible rastrear con precisión el origen del apellido, y tampoco existe una sola hipótesis acerca de su surgimiento. Es una necesidad que muy probablemente llegó con el crecimiento de los asentamientos humanos, y con el fenómeno de la migración y el comercio, que hacían necesario un referente sobre el origen de los viajantes; también, fueron usados obedeciendo a necesidades administrativas de los gobiernos y burocracias, que buscaban llevar un control más estricto y eficiente de sus cobros de impuestos y tributos.
LOS APELLIDOS ROMANOS
Un precedente obligado, casi un lugar común cuando se habla de los apellidos, es la Antigua Roma. Sin embargo, por su extensión geográfica —que cubría desde Inglaterra hasta Turquía. Europa Central y el Norte de África hasta Egipto— su duración —que suma, desde la fundación de la ciudad hasta la caída del Imperio Romano de Oriente, nada más y nada menos que 22 siglos—, es imposible hablar de un único esquema para los nombres y los apellidos.
El periodo clásico de la construcción de nombres romanos comenzó a mediados de la República, y concluyó ya iniciado el Imperio. Durante esos años, las clases acomodadas observaron reglas muy precisas, y hasta cierto punto sofisticadas, para nombrar a los miembros de dichos estratos sociales. Ya con la llegada del Imperio, las convenciones en los nombres se relajaron, cayendo en la franca anarquía. El nombre de un ciudadano romano a mediados de la República se componía de:
-un praenomen, que es el equivalente al nombre de pila, y era otorgado al noveno día de nacimiento de los varones, durante el dies lustricus o día de purificación;
-un nomen, que era el nombre del clan o familia.
-y un cognomen, que podía ser el nombre de una rama de la familia o un apodo.
Al conjunto del nombre se le llamaba tria nomina, y lo que tiene en común con nuestros apellidos, es que el nomen y el cognomen eran hereditarios. Por ejemplo, el dictador julio César se llamaba en latín Gaius julius Caesar, siendo Gaius su praenomen o nombre de pila; julius, su nomen que indicaba su pertenencia a los Julia —una familia patricia—, y Caesar, su cognomen o apodo.
Las mujeres no tenían derecho a un praenomen como tal. En su lugar, llevaban por nombre la forma femenina del nomen del padre —el cual les era otorgado el octavo día de su nacimiento—, más una forma femenina del cognomen del padre o el esposo, y al final un numeral que indicaba su posición de nacimiento entre las demás hermanas.'

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1 y. «Apellido de casada: ¿insulto o atavismo sexista?>,, de María del
Pilar Montes de Oca, en De todo excepto feminismo, Algarabía Editorial y
Lectorum: México. 2012.



OTRAS MANERAS DE LLAMARSE
La antigua Grecia, otro de los pilares de Occidente, los apellidos gozaron de mucha menos importancia que en Roma, quizá también por tratarse de un imperio más limitado geográfica y poblacionalmente. Allí se usaban patronímicos —apellidos que denotaban una relación filial de tipo paterno— y toponímicos —apellidos que hacían notar el lugar de origen del individuo—, además de nombres o apodos que hablaban del linaje al que un noble pertenecía. Estos apellidos, que demostraban la pertenencia de alguien a una familia o dinastía, no eran hereditarios, así que el componente de estafeta generacional no estaba presente, por lo que difícilmente podríamos considerarlos determinantes para la formación del concepto tal como lo conocemos hoy en día.
En las islas británicas, destaca Irlanda como el lugar en donde se han usado apellidos por más tiempo. Allí, el apellido más antiguo del que se guarda registro es Ó Cleirigh, y éste quedó marcado en una nota funeraria que conmemoraba la muerte de Tigherneach Ua Cleirigh, un noble irlandés que murió a finales del siglo x de nuestra era. La partícula  Ua es el gaélico para «nieto» —Mac lo es de «hijo»—, y se convirtió en O' por la pronunciación, que suena a o en inglés.
Muchos consideran que los apellidos anglosajones surgieron luego de la conquista normanda de Inglaterra en el siglo xi d.C., y del censo encargado por el rey Guillermo 1 de Inglaterra «el Conquistador», cuyo resultado es el Domesday Book —una especie de censo nacional, completado en el año 1086—. Aunque en este documento no existe apellidos para los campesinos y la población en general, sí existen apellidos toponímicos para la nobleza, que indican su origen normando o la localización de sus nuevas posesiones en la isla.

EN OTROS LADOS DEL MUNDO
Un ceso es precisamente el motivo para que los apellidos, como tales, surgieran en China. En el año 2852 a. C., el emperador Fu Xi encargó a los miembros de su gobierno el levantamiento de un censo. Para tal propósito, y con motivo de llevar un mayor orden  en el levantamiento y procesamiento de los datos, comenzaron a usarse los apellidos; pero en este caso, a diferencia de lo sucedido en Occidente, el origen del apellido era matrilineal: es decir, su origen era la línea de la madre y no la del padre. Esto, claro, no sobrevivió hasta hoy: i 600 años después, bajo la dinastía Shang, los nombres dejaron de ser asignados por línea materna y se convirtieron en patrilineales, uso que sigue siendo vigente hasta nuestros días.
Otro detalle curioso de los apellidos en Occidente es que, salvo en Hungría y en ocasiones en países germánicos, suelen escribirse después del nombre propio. Pero no es así en los países con escritura vertical, como Corea, Japón, China y otros bajo la influencia cultural sino-japonesa. Allí, la primera palabra del nombre es el apellido paterno, y la segunda el nombre propio. Un dato que llama la atención es que Japón no tuvo un sistema estandarizado de apellidos para la población en general hasta tiempos relativamente recientes —siglo xix—, pues sólo la aristocracia gozaba de ese privilegio.
En México, dada nuestra herencia española, prácticamente todos tenemos uno o más nombres de pila —así llamados en alusión a la pila bautismal del cristianismo y otras religiones—, seguidos de dos apellidos: el paterno —que comúnmente es el único que «se hereda»— y el materno. Y si nunca hemos tenido contacto con otras culturas, podríamos pensar que ésa es la única manera de llamarse y apellidarse. Pero no es así.

LOS RUSOS
El que los apellidos despierten curiosidad no brota de la nada. En mi caso, el primer interés vino de la literatura: en una época juvenil de lectura frenética, me sumergí en las obras rusas del siglo xix y una que otra del siglo xx. Me preguntaba: ¿qué habrá detrás de nombres de personajes clásicos como Ana Arcadievna Karenina, o del nombre de mi autor favorito, Viadimir Vladimirovich Nabokov?

Resulta que la construcción de los nombres rusos —eslavos en general— es ligeramente distinta a lo que estamos acostumbrados: hay un nombre de pila, un patronímico y el apellido familiar. El patronímico es un término que enuncia de quién es hijo el portador, y tiene terminaciones -ovich para los hombres y -ovna para las mujeres, o -evich y -evna, respectivamente, dependiendo de la letra con que terminan —por ejemplo, Arkadiy, que se convierte en Arcadeivich, en masculino, y Arcadievna, en femenino.
Los sufijos para el nombre familiar o apellido son -ay, -ev, -in, para los hombres, y -ovo, -evo, -¡no, para las mujeres. Así, el nombre Ano Arcadievna íKarenina significa: Ana, hija de Arcadio, de la familia Karenin, mientras que \/íodimir Vladimirovich Niabokov sería: Vladimir, hijo de Vladimir, de la familia Nabokov. Otra peculiaridad de los apellidos rusos es que todos son adjetivos posesivos —por denotar pertenencia a una familia—, y para distinguir a los que son una forma completa de los que son una forma abreviada, se usa el sufijo -sky, como en Maiakovsky, que viene de mayak, 'faro', y cuya forma abreviada es A'laiakor.
Para terminar, los apellidos rusos tienen género: así, mi esposa sería, por ejemplo, la señora Camacho, o la hija de Pérez, señorita Pereza. Sin embargo, traducir al español los apellidos rusos obliga a respetar las reglas del castellano, así que Ana Karenina, para ser estrictos, debería llamarse Ana Karenin, cuando menos en español.

C0ntinuará…

sábado, 20 de abril de 2013

GENERACIÓN





Se conoce como generación en genealogía al total de seres, que forman parte de la línea de sucesión anterior o posterior de un ser de referencia y se encuentran a la misma diferencia. Si se toma como partida un ser que se ha sometido a un test, o una generación del mismo, se denomina primera, segunda, etc. generación a las generaciones sucesoras. En las listas genealógicas es frecuente designar las generaciones con un número romano.
Al margen de la genealogía se utiliza el término generación para denominar a las personas de una edad determinada o de un intervalo determinado de tiempo de la historia. 


En relación con el Árbol genealógico, una generación es un espacio temporal de 30 años, porque ése es el tiempo aproximado en que una persona tiene hijos o descendencia.

Gabriel García Márquez (en Cien años de soledad) comenzó así una historia que abarca varias generaciones:
"Muchos años depués, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo..."

Y Juan Rulfo (en Pedro Páramo) nos dejó un gran relato que comienza así:
"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo..."

MI LINAJE



Un linaje es la línea de ascendencia o descendencia de una familia o clan. En términos genealógicos, es la serie de ascendientes y/o descendientes, en cualquier familia, de una persona considerada como el primero de un tronco o rama común.

Un significado adicional, para algunos estudiosos, es el de la línea genealógica masculina que corresponde, dentro del árbol genealógico, y generación tras generación, a la línea paterno-filial que va uniendo a cada persona con su padre. En el mundo hispanoparlante, a esta línea genealógica masculina se le denomina "Varonía" pues se compone, en sentido ascendente o descendente, únicamente de varones. Usualmente se tiende a confundir el primer apellido de una persona que representa su varonía con el linaje al que pertenece, sin embargo cabe resaltar que apellido no es sinónimo de linaje. Sólo un estudio genealógico detallado de la ascendencia de una persona puede determinar si le corresponde descender o pertenecer a algún determinado linaje.

F. de E.: dice "descendencia" debe decir Ascendencia.

SOBRE EL CINE DE MI INFANCIA





Ahora sé por qué me gusta mucho el cine, ver películas, criticarlas, tomar citas, reflexiones, aprendizajes, metáforas e imágenes visuales. Recuerdo que cuando era niño mi mamá me lleva seguido a ver películas, (porque a ella también su mamá la llevaba a ver películas [Chaplin] con los gitanos que en sus carretas antiguas traían un proyector. “Era emocionante verlos venir”)

Actualmente he retomado esa actividad y he recuperado algunas películas antiguas y de arte que me acuerdo haber visto en mi infancia como por ejemplo:

“la isla misteriosa” (que es una adaptación de Julio Verne)
“E.T, el extraterrestre”
“Los caza fantasmas”
“Los guerreros”
“Ben-Hur”
“Los miserables” (La primera versión)
“Furia de titanes” (de la cual hay una versión nueva)
“Mad Max  (un clásico de ciencia ficción)
“El exorcista” y “El expreso de media noche” (mi hermano compró el sound trac de estas dos películas que vendían fuera del cine, eso era genial)

Existen otras películas que ya no recuerdo el nombre, pero que sin duda me han gustado y me hacen recordar esos momentos de antaño. De películas para niños solo recuerdo haber visto “Blanca nieves” en el matiné pero eran muy ñoñas.

domingo, 14 de abril de 2013

ETOPEYA


La etopeya es una figura literaria que consiste en la descripción de rasgos psicológicos o morales de una persona, como son el carácter, cualidades, virtudes o costumbres de alguien.
Ejemplo:
Su vivir se asemeja, en el andar sin descanso, a un evangelista del civismo, cuya inmensa caída de prosélitos el viera por seis lustros alimentando muchedumbres, libertando galeotes, avizorando lejanías, fascinando mieses de pasión, aromando la extraña como propia tienda con el precioso sándalo de la bondad y del ingenio Guillermo León Valencia
En retorica, descrición del carácter, los actos y las costumbres de una persona. VOZ OPUESTA: prosopografía. ORIGEN: del lat. Ethopoeia, y éste del gr. Ethopiía.
Reader´s Digest. Diccionario enriquezca su vocabulario. P. 431.
Descripción
La descripción puede ofrecer la idiosincrasia y el físico de una persona (effictio o retrato), sobre todo si se basa en su apariencia y se infiere de sus acciones­., puede ser solo de su aspecto exterior (prosopografía), de costumbre o pasiones humanas, (etopeya), de las características correspondientes a tipos dados individualizados (etopea).
BERISTÁIN, Helena. Diccionario de retórica y poética. Edit. Porrúa. P.136.

  • Es un retrato si lo que se quiere es mostrar el aspecto físico como lo anímico y espiritual.
“Llegó hace muchos años de un pueblo perdido de la cordillera. Llegó con esa irritación de arribismo de todo chagra para doctor. ¡Flor de provincia! No pudo o no quiso concluir la universidad. En cambio aprendió a explotar lo superficial del talento y lo ventajoso de la soltería. Sin ser adonis, indio lavado, medio blanquito, las mujeres el ayudaron a vivir. Hizo vida de club... Cuidó exageradamente la indumentaria, el olor... Como usted, chullita.”

LEMA



Un lema es una frase que expresa la intención de un grupo de personas. Muchos países tienen lemas, al igual que otras instituciones como universidades o empresas.
Por ejemplo, el lema nacional de Paraguay es "Vencer o Morir" dicho por primera vez por el Mariscal Francisco Solano López antes de iniciar la Guerra de la Triple Alianza contra Argentina, Brasil y Uruguay en 1865. Todavía se utiliza en los emblemas militares.
En literatura un lema es una frase corta que llevaban los caballeros en sus escudos y de ahí pasó a designar el encabezado de un emblema.

EPIGRAMA


Composición poética breve que expresa un solo pensamiento principal festivo o satírico de forma ingeniosa.
El epigrama se creó en la Grecia clásica y, como su nombre indica en griego, era una inscripción que se ponía sobre un objeto, que podía ser un exvoto, un regalo, una estatua o una tumba; los epigramas sobre las tumbas formaron clase aparte y se denominaron epitafios o epicedios, por lo que el vocablo pasó a designar el poema ingenioso que poseía la calidad de ser breve para poder pasar por rótulo o inscripción. La mayoría de los epigramas griegos puede encontrarse en la llamada Antología Palatina. Tras los griegos, destacaron en la composición de epigramas los romanos, singularmente Catulo y Cayo Valerio Marcial.

En la literatura barroca española el epigrama fue muy utilizado al ser una forma apropiada para la exhibición cortesana del ingenio. El escritor conceptista barroco Baltasar Gracián, en su obra Agudeza y arte de ingenio (1648), realiza un estudio y antología de epigramas escritos en castellano y latín. Durante el siglo XVIII el género no decayó, como hubiera podido esperarse a causa de su propensión al estilo hinchado, sino que tomó una intención menos cortesana y más educativa y moral. Posteriormente, algunas formas literarias, como el artículo breve de prensa, las greguerías de Ramón Gómez de la Serna o los membretes de Oliverio Girondo se aproximan al género epigramático, así como las inscripciones anónimas populares en muros o retretes denominadas grafitos o pintadas, que desde las ruinas de Pompeya hasta la actualidad resultan una fuente inestimable sobre la opinión popular de una época. Algunas de estas inscripciones son recogidas por Pío Baroja en su obra Vitrina pintoresca o Camilo José Cela en su San Camilo 1936. A veces, en la lírica del siglo XX puede adoptar un tono elegiaco (Jaime Gil de Biedma)

En otras naciones el epigrama fue cultivado con extraordinario acierto. En Inglaterra, sobresalen John Donne, Jonathan Swift, Alexander Pope (creador en el siglo XVIII de una forma de pareado epigramático) y Óscar Wilde. En Francia destacan especialmente Voltaire y Nicolás Boileau. En Alemania, G. E. Lessing. El epigrama también se encuentra en literaturas no occidentales, como la china y japonesa; en esta última puede decirse que el epigrama se encuentra emparentado con la forma poética conocida como haikú. Puede aplicarse el término a cualquier aforismo o dicho más o menos sentencioso, e incluso hasta a cierto tipo de narración hiperbreve.

Ejemplos de epigrama:
El señor don Juan de Robres,
con caridad sin igual,
hizo hacer este hospital...
y también hizo los pobres. (Juan de Iriarte, siglo XVIII)
A la abeja semejante,
para que cause placer,
el epigrama ha de ser
pequeño, dulce y punzante. (Tomás de Iriarte, siglo XVIII)
DE VITA BEATA
En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia (Jaime Gil de Biedma, siglo XX)